sábado, 6 de septiembre de 2008

Delincuencia y Vandalismo

Hace días que vienen dando vueltas en mis pensamientos ideas sobre la delincuencia y el vandalismo. Muchísimas preguntas surgen, y a su vez emergen diferentes respuestas posibles. Voy a intentar, en este pequeño escrito, ordenar de alguna manera mis pensamientos y poder obtener alguna reflexión.
Estas preocupaciones surgieron cuando vi por televisión los medios de transporte público de una ciudad en China. Las comparaciones con los medios de transporte público de nuestro país son realmente fuertes. El desarrollo tecnológico y la adecuación del servicio chino lo hacen totalmente eficaz y confortable, a pesar de que aquella ciudad oriental tiene la misma cantidad de habitantes que nuestro país. Los pisos de las terminales de colectivos y las estaciones de trenes son totalmente brillantes y limpios, los horarios de llegada y salida son exactos (en sentido literal) y la atención a las personas que utilizan el servicio es excelente. Nuestros trenes, en cambio, son aquellos que erradicaron de alguna parte del mundo híper desarrollada y para no hacer un museo con chatarra nos los vendieron. Nuestras estaciones de trenes y nuestras terminales son un desastre, la mugre inunda todos los rincones, el tren o el colectivo no respeta ningún horario, las condiciones de seguridad mínima para los pasajeros no están garantizadas, la atención es muy mala, la cantidad de medios de transporte no son suficientes para la cantidad de individuos que los utilizan y algunos de ellos se caen a pedazos o apenas funcionan.
Sin embargo, creo que por más que mañana venga una “mano mágica” e instale los medios de transporte público chinos en nuestro país, al poco tiempo todo estaría en las mismas condiciones que ahora. Es verdad que no hay políticas de estado para mejorar los servicios públicos, pero también es verdad que la gente no cuida lo poco y de mala calidad que hay. Si alguien puede robar y llevarse algo a su casa como souvenir del viaje (por más que no le sirva para nada), lo va a hacer; y en su defecto, si no puede hacerlo, lo va a romper.
Es en este punto donde surgen mis preguntas por el vandalismo, considerándolo como el acto de romper, dañar o destruir algo (por lo general de orden público) sin un sentido lógico, simplemente “porque sí”. Lo primero que hice fue pedirle una respuesta a la ciencia humana por excelencia: el psicoanálisis. La teoría freudiana me respondió de una manera algo compleja para la gente que no pertenece a este campo, pero algo sencilla, de alguna manera, para entendidos. Según esta postura, hay un tipo particular de pulsión, a la que denomina “pulsión de muerte” y que busca la autodestrucción del individuo y una tendencia a llevarlo a lo inorgánico. Dominada por ciertos influjos y ayudada por la musculatura del cuerpo, esta pulsión es volcada hacia fuera expresada como “pulsión de destrucción”.
En síntesis, y para ser claro, desde la postura psicoanalítica el vandalismo sería considerado como algo inherente al hombre mismo, algo que no se aprehende ni se enseña, está gobernado por las pasiones mas profundas, bajas e instintivas, de alguna manera, del ser. Esta respuesta me ayudó, pero no me alcanzó. Fue necesaria, en algún punto, aunque no suficiente. Para caracterizar el vandalismo se me ocurre que puedo denominarlo ahora como el acto de romper, dañar o destruir algo, sin intervención de la razón ni de la conciencia del efecto del acto como causa. Un buen ejemplo puede ser el de un grupo de jóvenes que destruyen una cabina telefónica, un domingo por la madrugada, después de haber salido del boliche donde fueron a bailar. Se puede decir que no hay razones que justifiquen el acto, no hay meta y tampoco hay finalidad. Una nueva conclusión puede ser así: el acto de destrucción característico del vandalismo tiene como meta y finalidad el propio acto.
Una comparación que puede servir de mucha ayuda es la del vandalismo con el fenómeno de la delincuencia. Desde un punto de vista son considerados como fenómenos hermanos, como muy parecidos o como lo mismo. Tienen muchas cosas en común: están presentes en todas las clases sociales, aunque en mayor o menor medida, es así; se presentan en personas que jamás pisaron una escuela, como en universitarios e intelectuales prestigiosos; y son problemas sociales de muchísimos países del mundo, sin importar raza, ni religión, ni color.
Algunos sostienen que el pobre es el delincuente. Según prejuicios sociales, “son pobres porque no les gusta trabajar” y, entonces, por eso roban. Otros, sin embargo, sostienen que los ricos son los que roban, es decir “son ricos, justamente, porque roban”, nadie que tenga un trabajo digno y pague religiosamente todos sus impuestos puede ser rico si no es robando.
Otras teorías sostienen que todo está basado en la educación, aunque la realidad nos muestra que no es así. Personas que han estudiado en los mejores colegios del mundo, intelectuales reconocidos y grandes genios pensadores, son los individuos que han encabezado las masacres más grandes de la historia de la humanidad, donde no hay ningún ideal que pueda justificar tales actos.
Para terminar, me gustaría echarle un vistazo a las soluciones “brillantes y lúcidas” que plantea el estado para terminar con estos problemas. Frente a la pregunta “¿Cómo hacemos para terminar con el vandalismo y la delincuencia?” el estado plantea duplicar o triplicar las penas correspondientes a los delitos y, como en muchas ocasiones los individuos son menores de edad, en consecuencia, jurídicamente inimputables, también se propone hacer descender la edad de imputabilidad penal. Solo a un grupo de necios y estúpidos pueden proponer eso. Cuando alguien sale a delinquir, no se pone a sacar cuentas de cual es la pena de cárcel que le puede dar el juez o si a su edad es jurídicamente imputable. El delincuente o el vándalo piensa y cree que nadie lo va a agarrar, de lo contrario, no lo haría. Es una condición psicológica necesaria que el delincuente esté convencido de que la policía no lo va a detener para que sea posible su acción. Son actos no mediados por la razón, no hay una proyección del futuro, una meta por cumplir a largo plazo, ni una determinación clara entre medios y fines.
Como siempre sostengo, no digo que estoy hablando de verdades absolutas, simplemente de planteos que parecen más adecuados que otros. Tenemos un estado que está a la vanguardia de la NADA, no quiero que se interprete algo que no es, pero ni siquiera hay voluntad, ni seriedad, ni compromiso.
Los problemas planteados no son sencillos y no me animo a presentar una posible solución a los mismos, aunque quizás en posibles trabajos lo intente. Grandes problemas merecen, además de grandes soluciones, una gran dedicación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fer! Me haces acordar al pobre pequeño Alex... despreocupado, burlon y violento...
Tampoco se me ocurre una solucion, por un lado la carcel no lo es, al contrario es la delincuencia concentrada.. y en el otro extremo estaria la idea de hacer que la gente haga el bien.. pero eso ya no es moral... si no sale de cada uno de nosotros no sirve..
Me gusto mucho lo que escribiste...