miércoles, 15 de julio de 2009

LOS ANÓNIMOS

El Frío húmedo pasa por entremedio de las grietas de paredes simuladas por un montón de chapas amontonadas. Sus camas son solo trozos de goma espuma sobre el piso (de tierra). Y la puerta de sus casas, un pedazo de tela que la brisa hace bailar.
Revuelven la basura. Viven de lo que lo los demás ya no usan. El hambre es una sensación constante a la que todavía no se pueden acostumbrar. La mugre, la roña y la miseria no cubren solo sus cuerpos, también sus vidas. Su situación es más que violenta, más que agresiva. La sociedad los esconde, los tapa tras las sobras, los margina, mira para otro lado. Están corrompidos, tachados, negados. Deshumanizados. Desheredados. Son Anónimos.
Entre todos ellos hay un pequeño niño. Su edad no alcanza la década. Él acompaña a su padre todos los días, como muchos, en la búsqueda de cartones para poder venderlos, y de alguna que otra cosa que encuentren por allí para llevar a su racho. Pasea por la gran ciudad en la humilde carreta, tironeada por un escuálido caballo que apenas puede caminar. Por su lado pasan los autos, algunos nuevos y otros no tanto. La gente que deambula por allí ni lo registra, como si fuese un espíritu, un alma, un fantasma. Es así. El fantasma de la pobreza, de la indigencia. La poca gente que se anoticia de su presencia enseguida cruza de vereda. El miedo se dibuja en sus rostros. Él los observa, mientras el viejo para de vez en cuando a recolectar algunas cajas.
Siempre mira los negocios, las grandes y luminosas vidrieras llenas de cosas (que jamás podrá tener), las personas cargando con paquetes, los tipos de seguridad que lo atraviesan con la mirada; en fin, ese mundo del que fue expulsado antes de su nacimiento. Al principio no entendía. Si bien es pequeño y carga con una mochila llena de dudas, empieza a conocer su condición. Pero a pesar de esto, hay algo que siempre le pregunta a su papá, y éste le contesta callando, no encontrando palabras para semejante inquietud. Ni él lo sabe. “¿Qué hice yo para merecer esta vida? ¿Qué hice de mal para tener que vivir en un rancho de chapa, con piso de tierra, y dormir en un pedazo de goma espuma? ¿Qué es lo que hice mal para tener que cagar al lado de donde como?... ¿Que es lo que hizo de bien el niño que vive en una casa de material, tiene su habitación con calefacción, va a la escuela, tiene ropa limpia y juguetes?... acaso la vida es solo una cuestión de azar… de suerte, tal vez, dependiendo del lugar donde te toque nacer?! “.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdadera pandemia colega, la que no sale en los noticieros todos los días.

Un abrazo.

Nicolás dijo...

La epidemia es el discurso de hacer de cuenta que los pobres son asi porque merecen ser pobres, toda una inversión de los hechos para que le gente duerma tranquila pensando que "si se quiere se puede". Yo creo que mientras haya gente como decis vos, cagando al lado de donde come, la democracia está siendo amenazada.

Esta buena la descripcion, el momento dramático final de la pregunta que carcome la conciencia, que lamentablemente no podemos decir que sea algo ficticio...