miércoles, 27 de agosto de 2008

TRADICIÓN - TRAICIÓN

La tristeza había invadido su vida. Había invadido su cuerpo, sus manos, sus ojos, sus pensamientos. Estaba iracundo y triste. Muy triste.

No había plan. No había ni plan ni estrategia. Lo habían dejado solo. Y lo peor era que él lo sabía.

Dios había muerto una vez mas.

Siempre se había creído fuerte, omnipotente, todo poderoso, algo así como un SUPER HOMBRE. Ahora sabía que no era así. Nunca lo fue. Se descubrió débil, frágil, completamente vulnerable. Estaba corrompido.

Los últimos movimientos de su juego fueron fallidos. Su rey se encontraba en “jaque”. Acorralado..

No quería irse. No quería quedarse. En realidad no podía, le habían soltado la mano. El río se lo estaba llevando y nadar era inútil. No había orillas y no podía hacer pie. Solo debía esperar. Había comenzado el principio de su fin.

La traición era demasiado pesada para soportarla una segunda vez. La primera logró superarla. Comenzó desde cero otro juego, otras fichas, otro tiempo. Esta vez, alerta. No podía equivocarse otra vez. Pudo armarse de a poco y conquistar nuevos sitios. Lugares que jamás había pensado. Pero el hecho llegó nuevamente. Era como parte de una tradición. Todo se volvía a repetir. La traición había llegado otra vez, y ahora parecía llevárselo todo. Se quedaba sin fuerzas. Estaba decepcionado. Ella lo había traicionado de nuevo. La tradición.

Pensaba, pensaba y pensaba “¿Por qué?”… pero no había respuestas, solo preguntas. Tal vez tenía que acostumbrarse que así iba a ser siempre y que por más que arme un nuevo juego en otro lado, la traición iba a volver.

No quería eso. Había muchas cosas que no sabía, pero si de algo estaba seguro era de que no podía vivir sabiendo que le iban a escupir la espalda de nuevo.

Pensaba muchas cosas, pero no las podía decir. También había otras que no podía decir por el hecho de que no las podía pensar. Se había agrietado y nada lograba poner en ese lugar, en ese hueco. No se podía discutir si era verdad o era mentira, el hueco estaba, era real, pero el lo borraba. Lo negaba. Por eso nada iba a ese sitio. No había parche posible.

Estaba quebrado. Parecía calmo, pero desesperaba por dentro. No había duelo. No había nada. En el fondo, una parte de él, había aceptado con total resignación armar las bases para una nueva partida. Así pasaba los días, armando y desarmando ideas, y cada vez se convencía más de que el futuro era una nueva traición. Ya no corría con la suerte de aquella primera vez. Era distinto.

Sin puertos, ahora, donde amarrar su bote, miró el cielo, encendió un cigarrillo y mientras esperaba que pase la tormenta de la traición, esa tradición que lo marcaba, se puso a escribir.

No hay comentarios: