domingo, 27 de julio de 2008

En que pensamos ahora???

Que bellas épocas aquellas… cuando te levantaba tu mamá, después de haberte pegado como mínimo 5 gritos desde la cocina “…dale, levantate… no podés dormir tanto…!!!”; y vos le demostrabas que podías dormir mucho más todavía. Llegabas a la mesa, sin importarte nada mas que ahí estuviera tu chocolatada, algunas galletas (que por lo general eran las últimas del paquete, y no ibas a encontrar una “rellena” ni por casualidad), y los dibujos animados. Podían pasar cualquier dibujo, hasta los mas horribles y con menos sentido… y ahí estabas vos mirándolos, asomando tu vista por sobre el tazón, grande como tu cabeza. Era más el ritual del desayuno que lo que comías, te colgabas tanto con la tele que la leche se terminaba enfriando, y tu mamá, ya preparando el almuerzo, te pedía que te vallas a peinar, o en su defecto, que te cambies. Y allá ibas vos, como a control remoto, dejando el tazón casi lleno. Todavía con la vista lagañosa, volvías a tu habitación y te acostabas de nuevo. Sabías que al rato caería ella con sus manos oliendo a cebolla, zanahoria y morrón, a pedirte que te levantes, y perdiendo la cuenta ya de cuantas veces lo hizo, vos hacías todo rápido porque no querías que pierda la paciencia.

Las mañanas siempre eran especiales, todo era siempre a último momento. Tenías a tu mamá apurándote de atrás, y vos… tranquilo. Estabas tranquilo porque ella era la que acomodaba los horarios. En dos horas, vos te levantabas, desayunabas, almorzabas y estabas listo para irte a la escuela. Era mágico. Hoy en esas dos horas no podés hacer ni la mitad de todo aquello. Es más, te acostás cambiado y omitís el desayuno, para tener tiempo y dormir “un ratito más”… sin darte cuenta de que por más que hagas los intentos posibles, jamás vas a llegar a horario a ningún lado.

Jamás pudimos darnos cuenta de cual era el secreto, porque no nos importaba. Nosotros pensábamos en otras cosas. Nos importaba más como continuar nuestra historia., y en eso pensábamos todo el día. Mientras las niñas, lo hacían todo más simple, nosotros lo retorcíamos todo. Ellas jugaban a que “Barbie” iba a la peluquería y sabían que allí se iba a peinar; o si iba al médico, de allí saldría con una receta. Pero nosotros no… nuestro Batman podía ir al médico y allí podía pasar cualquier cosa, desde entrar un platillo volador por la ventana, hasta explotar el consultorio, llenando todo de saliva, después de que un oso gigante arrojó una granada por el techo. Y así estábamos, con esa incertidumbre de lo que pasaría. Porque ni siquiera nosotros sabíamos que iba a suceder.

Bueno… ya de grandes seguimos sin saber que es lo que va a suceder. Pero ahora, ni siquiera pensamos en eso. ¿En que pensamos ahora?

1 comentario:

Anónimo dijo...

feeeeer, me animo a comentar..
decime.. como haces para escribir tanto? ehhh?