miércoles, 24 de marzo de 2010

Recorrido por la obra de Freud sobre las concepciones que hace de la fobia en los distintos momentos teóricos

Freud abordó por primera vez el problema de las fobias en “Las Neuropsicosis de defensa”, en 1894. En este texto desarrolla por primera vez el concepto de defensa, atribuyéndolo como el mecanismo que está en el origen de la histeria, las representaciones obsesivas, las fobias y las psicosis; agrupándolas a todas estas bajo el nombre de “neuropsicosis de defensa”.
Freud explica, allí, el mecanismo de defensa del siguiente modo: en un determinado momento de la vida de una persona sana sobreviene una inconciabilidad en su vida de representaciones, una representación que despertó un efecto tan penoso que la persona decidió olvidarla. Ese olvido no es posible y esto lleva a la producción de diversas reacciones patológicas y a la génesis de síntoma neurótico. La tarea que el yo defensor se impone, tratar como no acontecida la representación inconciliable, es insoluble para él. Por eso equivale a una solución aproximada lograr “convertir esa representación intensa en una débil”, arrancarle el afecto; y esta suma de excitación divorciada tiene que ser aplicada a otro empleo. En la histeria, la suma de excitación es transpuesta a lo corporal (conversión). Y en una persona en que no está presente la capacidad convertidora; el afecto liberado se adhiere a otras representaciones, en sí no inconciliables, que en virtud de este enlace falso devienen representaciones obsesivas. He ahí la teoría de las representaciones obsesivas y las fobias. En todos los casos analizados por Freud hasta ese momento, él sostenía que era la vida sexual la que había proporcionado el afecto penoso. Para el caso de la psicosis, Freud sostiene que existe una modalidad defensiva más exitosa que consiste en que el yo desestima la representación insoportable junto con su afecto, y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido.
En un texto posterior, escrito el mismo año y titulado “Obsesiones y fobias”, Freud retoma el tema de las fobias, diferenciándolas de las representaciones obsesivas, tratándolo de una manera más amplia en la segunda sección del artículo. Sostiene que las obsesiones y las fobias son neurosis separadas a pesar de que se muestran semejantes en muchos casos. La gran diferencia entre éstas reside en el echo de que en las fobias el estado emotivo que se presenta junto a la idea es siempre la angustia, mientras que en las obsesiones, puede ser con igual derecho que la ansiedad, otro estado emotivo, como la duda, el remordimiento y la cólera. Las primeras tienden a ser monótonas y típicas, mientras que las segundas son múltiples y más especializadas. También entre las fobias distingue dos grupos: las fobias comunes, por un lado; y las fobias ocasionales, por otro. Además, va a diferenciar el mecanismo de las fobias del de las obsesiones. Va a decir que ya no es el reino de la sustitución, que en las fobias no se encuentra otra cosa que el estado emotivo de la ansiedad que pone todas las ideas aptas para devenir objeto de una fobia. Establece, entonces, una neurosis especial, la Neurosis de Angustia. Va a sostener que la neurosis de angustia es de origen sexual pero que carece de mecanismo psíquico en sentido propio: su etiología específica es la acumulación de la tensión genésica, provocada por la abstinencia o la irritación genésica frustránea.
Se hace patente aquí la diferenciación que hace Freud, agrupando a las representaciones obsesivas y a las fobias comunes como producto de una representación reprimida de la que se hubiera divorciado el afecto; de las fobias típicas de base física, que encuentran su prototipo en la agarofobia, sin que opere el mecanismo de la defensa.
Esta distinción la va a retomar cuatro años después en “La sexualidad en la etiología de las neurosis”, para conceptualizar sus dos grandes grupos de neurosis (Neurosis actuales y psiconeurosis o neurosis de transferencia). Habían transcurrido dos años desde el último trabajo de Freud “La etiología de la histeria”, donde sostiene que la etiología de la histeria radica en vivencias sexuales, infantiles, provocadas por un adulto (Teoría del Trauma, escena de seducción, sobreestimación de la realidad, subestimación de la fantasía). En ese lapso de tiempo surgieron algunos descubrimientos fundamentales: el abandono de la teoría sobre la etiología traumática de las neurosis, el descubrimiento del complejo de Edipo, el gradual reconocimiento de la sexualidad infantil como un echo normal y universal, haciendo también un viraje de la teoría del trauma real a la “teoría de la fantasía”.
Aparte de algunas alusiones aisladas, luego del presente grupo de artículos, el tema de las fobias no parece haber sido analizado por Freud durante un lapso de casi quince años. Fue en el historial clínico del “pequeño Hans” donde dio un gran paso en este tema mediante la introducción una nueva entidad clínica: la Histeria de angustia. En el historial de Hans hace un desarrollo al respecto, diciendo que la posición de las fobias dentro del sistema de las neurosis sigue indeterminada. Parece seguro ver en ellas meros síndromes que pueden pertenecer a diversas neurosis, y que no hace falta adjudicarles el valor de unos procesos patológicos particulares. Para fobias como las del pequeño Hans, sin duda, el tipo más común, no considera inadecuada la designación de Histeria de angustia. Ella se justifica por el pleno acuerdo en el mecanismo psíquico de estas fobias y el de la histeria, salvo en un punto, pero un punto decisivo y apto para establecer la separación: es el echo de que la libido desprendida del material patógeno en virtud de la represión no es convertida, no es aplicada, saliendo de lo anímico, en una inervación corporal, sino que se libera como angustia. En los casos clínicos reales, la histeria de angustia puede contaminarse en variable medida con la histeria de conversión. Hay, por cierto, una histeria de conversión pura sin ninguna angustia que se exteriorice en “sensaciones de angustia”; y fobias, sin suplemento de conversión. El caso de esta última variedad es el del pequeño Hans. Las histerias de angustia son las más frecuentes entre las psiconeurosis, pero sobre todo son las que aparecen más temprano en la vida: son directamente las Neurosis de la época infantil.
Un tiempo después, en un trabajo titulado “Inhibición, síntoma y angustia” de 1926, Freud hace una reconsideración del historial del pequeño Hans y realiza un análisis detallado de las fobias: Cabe resaltar en este punto, que Freud contaba con otros recursos teóricos a comparación de los trabajos anteriores, tales como el concepto de Narcisismo, la elucidación de la fase fálica y el complejo de castración, con la elaboración de la segunda tópica y el desarrollo de su última teoría pulsional.
Con respecto al caso de Hans, aquí, Freud va a decir que no se puede designar como síntoma a la angustia de esta fobia; si el pequeño, que está enamorado de su madre, mostrara angustia frente al padre no habría derecho alguno a atribuirle una neurosis, una fobia. Lo que lo convierte en una neurosis es, unívoca y exclusivamente, otro rasgo, la sustitución del padre por el caballo. Es pues, este desplazamiento lo que se hace acreedor al nombre de síntoma. Es aquel otro mecanismo que permite tramitar el conflicto de ambivalencia sin la ayuda de la formación reactiva. El varón adulto, admirado pero también medido, se sitúa en la misma serie que el animal grande a quién se envidia por otras cosas, pero ante el cual uno se ha puesto en guardia porque puede volverse peligroso. El conflicto de ambivalencia no se tramita entonces en la persona misma; se lo esquiva, por así decir, deslizando una de sus mociones hacia otra persona como objeto sustitutivo.
El motor de la angustia es el motor frente a la represión, el contenido angustiante (ser mordido por el caballo) es sustituto desfigurado del contenido “ser castrado por el padre”. Fue este último contenido el que experimentó la represión.
El afecto de angustia de la fobia, que constituye a la esencia de ésta última, no proviene del proceso represivo de las investiduras libidinales de las mociones reprimidas, sino de lo represor mismo. La angustia de la zoofobia es la angustia de castración inmutada, una angustia realista, angustia frente a un peligro que amenaza efectivamente o es considerado real. Aquí la angustia crea a la represión y no (como Freud opinaba) la represión a la angustia. A menudo ha sustentado la tesis de que por obra de la represión, la agencia representante de la pulsión es desfigurada, desplazada, etc. en tanto que la libido de la moción pulsional es mudada en angustia. Ahora bien, la indagación de las fobias, que serían por excelencia llamadas a demostrar esta tesis, no lo corrobora, y aún parece contradecirlo directamente. La angustia de la zoofobia es la angustia de castración del YO. La mayoría de las fobias, hasta donde pudimos abarcarlas hoy, se remontan a una angustia del YO frente a exigencias de la libido. En ellas, la actitud angustiada del YO es siempre lo primario, y es la impulsión para la represión. La angustia nunca proviene de la libido reprimida (segunda teoría de la angustia).

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