viernes, 29 de mayo de 2009

Cuando nuevamente dijeron La Verdad

Que horror!!! Nuevamente volvía a pasar lo que hace mucho tiempo había causado el constreñimiento de la humanidad toda. A pesar de haberse puesto todos de acuerdo en que nunca más se repitiera, los hombres sin darse cuenta comenzaron la decir la “verdad”. Esa verdad, que con el fin de mantener la paz y la armonía habían enterrado en lo más profundo de los secretos, había salido a la luz una vez más, no solo expresando la violencia y el odio más radical, sino también trayendo al presente todo aquello que parecía haber sido perdonado y olvidado.
En tiempos pasados, en varias ocasiones, está verdad también logró soltarse de las cadenas que la mantenían escondida en la prisión de lo prohibido, provocando las masacres más grandes e impresionantes que la historia del hombre contempla. Estos hechos, producto del esfuerzo que implica hacerse cargo de su existencia, se convirtieron en los motivos de su ocultamiento, sin ser suficientes para su logro.
Esos hombres, aquellos que se encargaron de velarla, son quienes, por culpa de su tonto olvido, nuevamente la hicieron pública. Se transitaba otra vez un camino sin retorno, ya que las veces que esa verdad vio la luz se hizo imposible volver atrás. Ella destruía todas las creaciones humanas, aquello que se diseñó justamente para taparla y así poder mirar hacia otro lado: la cultura en toda su extensión. Justamente, lo que mantenía entretenido al hombre, distrayéndolo y haciéndolo olvidar de aquella tormentosa verdad de la que nada quería saber, caía con las ropas de ella dejándola al desnudo. Eso que las sociedades habían edificado con tanto trabajo se derrumbaba, presa de sus contradicciones, transparentando la vulnerabilidad y la fragilidad que escondía tras su aparente omnipotencia.
Una vez más era necesario construir algo nuevo, algo que pudiera soportarla y de esa manera poder seguir. Así pasó siempre, cada vez que salió de las sombras, el hombre tuvo que vérselas para lidiar con ella, construyendo recursos que se lo permitieran.
De este modo, los griegos inventaron la filosofía, la democracia, la política, las artes, el politeísmo, el logos, etc., desentendiéndose de aquella verdad, siendo útil hasta que ella les hizo jaque, y todo desapareció teniendo que surgir el monoteísmo, el catolicismo, el discurso religioso más violento de la historia, la figura del rey y toda una organización social en torno a ello. Esto obligó a quitar esa verdad del mundo una vez más, devolviendo al hombre la posibilidad de no enfrentarse a ella.
Aquello permitió el paso de varios siglos, justamente aquellos donde Dios enmudeció al hombre, hasta que la rebelión hizo rodar la cabeza de los monarcas, quemando sus reinos, donde la verdad se paseaba sin pudores nuevamente. La divinidad de los soberanos fue intensamente cuestionada y provocó la muerte de este Dios, el renacimiento del hombre y la construcción del gran edificio de la modernidad, con su discurso científico (reemplazando al de Dios), con sus ideales de progreso, felicidad y liberación de todos los males del hombre, el desarrollo de la industrialización y el capitalismo. Construcciones por demás sofisticadas, enjaulando a la verdad por un tiempo más, hasta este momento, donde después de una larga siesta se mostraba en la calle haciendo de las suyas, quitándole credibilidad a todo una vez más. Los modernos ideales y modelos de superhombre fueron crucificados con los fundamentos de la ciencia, exigiendo como antes, novedad o padecimiento.
Esta verdad, siempre imposible de percibir en su totalidad, enredada en la complejidad de las situaciones, obligaba ir más allá, sin poder el hombre salirse del más acá, pudiendo captarla solo a través de su caos. Era hora de callarla para poder mirarse a la cara y sonreírse como antes, volver a tener buenos modales. Hacía falta crear nuevas mentiras que permitieran renegar esa verdad y lograr establecer el amor entre los hombres: mentiras que logren sustentar ese falso bienestar, esa comodidad, aunque sea por un tiempo más.

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