miércoles, 12 de noviembre de 2008

DESGRACIA

Ella tocó mi puerta, como muchas otras desgracias lo hicieron antes; y siempre que una desgracia tocó mi puerta, abrí. Allí estaba, parada, fija y sonriendo. Traía una cajita en su mano. Supuse desde el principio que venía a llevarse mi corazón. Solo me miraba y sonreía. La hice pasar. Le ofrecí algo de tomar. Mientras dejaba la cajita sobre la mesa me dijo que tenía calor. Se quitó la piel y la dejó en el perchero. Yo amagué a subir el aire acondicionado, pero como recordé que no tenía, encendí el ventilador de techo. Fue un error no haber tenido en cuenta su altura. Cuando las paletas comenzaron a girar ¡¡¡PAFFFF!!! Voló su cabeza contra el macetero, cayendo sobre unas plantas. Comenzó a gritar y a hacer escándalo. Estaba muy enojada. De repente empezó a hablar en un idioma muy raro. Mi cabeza se atrofió y estaba que estallaba. Mis pies parecían derretirse. El dolor se me hacía cada vez más fuerte. Ella se acercó a mí y con un golpe muy violento incrustó su mano en mi pecho. Revolvió un rato con sus dedos, con mucha paciencia. El tiempo pasaba y empezaba a preocuparse. Siguió buscando hasta que se dio cuenta de que lo que había venido a buscar ya se lo habían llevado. Se paró de un salto, tomó su cabeza, su piel, la pequeña caja y se marchó. Yo tardé en reintegrarme. Me dio mucha risa en ese momento. Ella que quería mi pequeño e inservible corazón, y yo lo había cambiado la semana pasada por un poco de AMOR. Todavía me quedaba un poco en la bolsa, pero no sabía que iba a hacer cuando se me termine.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oníricas andanzas del desencuentro amoroso.

Y el que canta es mi NO-Yo. No le cuentes a nadie jaja.

¡Un abrazo colega!