sábado, 30 de octubre de 2010

El Ojo LLorón

Me llora el ojo izquierdo. Si, me llora desde hace un par de días, y no quiere parar. Tengo que confesar que es algo bastante molesto, aunque ya me haya acostumbrado un poco a esa pequeña lágrima que no deja de brotar y caer suavemente por mi mejilla. Uno tiene esa mala costumbre de acostumbrarse a todo, y lo peor es que, al acostumbrarse, no se hace nada, se sigue viviendo como sin problema alguno. ¡Bah! Es una forma de decir eso de “sin problema alguno”, porque este ojo llorón, a pesar de ser un simple ojo, se trae de las suyas.
Hacía mucho tiempo que no lloraba, tal vez meses; a lo sumo una pequeña acumulación de lágrimas viendo el final de una película, no más que eso. Lo cierto es que no soy un tipo muy sensible. Bueno, en realidad no sé que es “ser un tipo sensible”, lo ignoro, porque conocí tipos que se autodenominaban sensibles y resultaron ser fríos como pedazos de mármol a la sombra. En el fondo, pienso que la sensibilidad no tiene nada que ver con las señales corporales y los gestos, porque sostener que es así sería como decir que mi ojo izquierdo es más sensible que el derecho, es decir, algo totalmente erróneo.
Todo comenzó cuando una mañana me desperté y estaba toda la almohada mojada. Me asusté un poco al ver ese manchón de agua sobre la funda, se me pasaron mil cosas por la cabeza, pero enseguida sentí una gota escurrirse por mi cara, y llevando una de mis manos al rostro, me percaté del llanto de mi ojo izquierdo. Lo primero que hice fue correr al baño y mirarme en el espejo, así que me puse las pantuflas y con pasos cortitos pero ligeros crucé el pasillo con energía. Ahí fue cuando lo vi, y al mismo tiempo se vio él, era mi ojo, por supuesto. Estaba hinchado, enrojecido, medio avergonzado, tal vez, por mostrar sus tristezas sin pudores, y no paraba de largar lágrimas. Me dije para mis adentro “¡Debe ser una especie de alergia, ya se pasará!”; pero me equivoqué, y lo peor de todo es que ni siquiera sospechaba de qué se trataba.
Con el paso de las horas, ese mismo día, me empecé a poner un poco nervioso. No podía usar mis lentes para leer, ya que se me empañaban al instante. Y, al terminar el día ya había usado dos paquetes de pañuelos descartables secándome los párpados, y todos mis pañuelos de tela, servilletas y repasadores estaban colgados al sol, escurriéndose, totalmente empapados. Era una especie de caos, porque ya no sabía si se trataba de una impresión mía o si realmente el ojo lloraba cada vez más. Lo cierto es que esa primera noche no pude dormir, las lágrimas eran expulsadas con tanta presión que parecía que la pequeña bolilla blanca iba a salir expulsada por el aire. Estuve un tiempo intentando conciliar el sueño, pero me fue completamente imposible, y fue en ese momento donde me desesperé, y donde pasó lo más extraño de esta historia.
Me levanté encolerizado, encendí la luz, y chiflado, lo primero que pensé fue cauterizarme el lagrimal, y terminar con esto de una vez por todas; por lo que encendí una de las hornallas de la cocina, puse una cuchara de té a calentar, y me senté a esperar que el metal se pusiera al rojo vivo, mientras la remera de dormir se me mojaba con el llanto constante que no cesaba.
– Pará, pará, pará… ¿Estás loco, vos? – dijo el hinchado y, a esa altura, deformado ojo, a través de sus párpados.
– Ehhhh!!! ¿Quién habla? – pregunté desorbitado, sin entender de que se trataba.
– Soy yo, tu ojo – contestó enseguida, y siguió diciendo – ¿Qué pensás hacer? ¿Acaso pretendés apoyar esa cuchara caliente sobre mi lagrimal? Evidentemente sos un incomprensible.
– Pero… pero... – era lo único que podía decir. No entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando.
– “Pero… pero…” ¡Nada! – dijo enojado el ojo – ¿No te das cuenta que estoy triste? ¿Podés entenderlo eso?
– Si, por supuesto que puedo entenderlo, pero… ¡Sos un ojo!
– ¡¿Y qué?! ¿Acaso no podemos estar tristes los ojos? – respondió afligido, esta vez ya con la voz quebrada, y de inmediato empezó a llorar más violentamente, y a los gritos.
– Bueno… bueno… bueno… tranquilizate – le decía, pero el ojo no paraba de llorar y de gritar.
– ¡¡¡Buaaaaaah…!!! ¡¡¡Buaaaaaaah…!!! ¡¡¡Buaaaaaaaaah…!!!

El ojo siguió llorando un rato, y yo sólo me quedé quieto en aquella silla de caño, boquiabierto. Esperé conmovido, mientras escuchaba la angustia que desprendía el pequeño ojo sufriente, hasta que, por fin, espetó:
– ¡¡¡¿Por qué se fue???!!!
– ¿De quién hablás?
– De ella. Sabés de quién te hablo.
Y en ese momento una angustia tan grande invadió mi garganta, que llegó a dolerme. Tal vez por algún proceso defensivo de mi propia mente, lo había olvidado, lo había quitado todo de mi memoria, sin embargo, su recuerdo nunca dejó de estar allí, nunca pudo ser removido del todo; y el ojo lo sabía perfectamente. La belleza de ella alguna vez estuvo proyectada en su retina, y hoy ya no estaba, hoy aquella imagen era inaprensible por la mirada del pretencioso y zurdo ojo.
– Lo sé, ojo… lo sé… – le contesté, mientras apagaba la hornalla y, en un impulso altruista de comprensión y empatía hacia él, apagué las luces y me metí en la cama sin decir una palabra más.
Mi ojo, aún hoy, la llora; si, la llora desconsoladamente. Nunca más volvió a hablar, ni nada parecido. Aunque, en aquellos días que se parecen a su ausencia, silva bajo un nostálgico tango en su memoria, mientras yo me relajo y me pierdo en aquellos engramas de lo que alguna vez fue, sabiendo, incluso, que no se puede vivir de recuerdos, pero reconociendo, en esa melodía de cuatro cuartos, lo lindo que es recordar.

4 comentarios:

Nicolás dijo...

Muy bueno. A veces nos obligamos a olvidar, pero partes d enuestro cupero se niegan a ser cómplices, y entonces un dolor de garganta nos recuerda esa vez que ella nos acomodó la bufanda, el último invierno, nos quemamos la mano, y nos acordamos de cuando caminábamos con ella de la mano. Pero claro, este ojo izquierdo fué mucho mas allá, un pionero. Muy bueno che

Julieta Baipoular dijo...

mi ojo izquierdo tambien me lloro por un par de dias, debe haber intentado hablarme pero yo no lo escuche. esto de estar todo el dia de aca para alla. no le doy mucha bola a las señales que mi cuerpo me da. debe estar recordando a alguien, o a esos alguienes que se fueron de mi vida y quedaron grabados en la retina. el derecho me hizo berrinche, dejando salir a la superficie una molesta bolita a la que todos llaman orzuelo, creo que esta enojado por algo. mis ojos no se ponen de acuerdo, como los hemisferios de mi cerebro. uno llora y el otro se enoja. espero que empiecen a ponerse en desacuerdo con sentimientos como la alegria y la paz.
me encanto tu escrito amigo!

Víctor :P dijo...

que raro, izquierdo y llorón (?)

Aye! dijo...

A mi tbm a veces me llora el ojo, el derecho en mi caso. Me hiciste pensar Fer que por ahí me quiere decir algo!.