martes, 14 de abril de 2009

La Muchacha de mis cuentos

Las cosas nunca son normales. Cada vez estoy más convencido de ello. Jamás creí que la muchacha que me quitaba la sensatez, esa que aparecía en todos mis cuentos, que soñaba en mis viajes oníricos al mundo de mi inconciente, que esperaba en todas las esquinas, existía realmente.
La encontré precisamente en el lugar donde nada había ido a buscar, donde nada esperaba hallar. Y ahí estaba, sin registrarme, como si fuera un ente invisible. Al principio intenté tranquilizarme, disimular… pero nunca pude hacerlo totalmente. Quise captar su atención, pero no lo conseguí hasta antes de partir nuevamente. No siempre las cosas son fáciles, lo sabía.
Y así fue. Cuando ya estaba a punto de abandonar aquel lugar, que ahora se había vuelto más que especial, un rayo atravesó nuestras mentes, cortocircuitando nuestras almas y llenando de dulce miel nuestros corazones. Sin duda era ella. Lo supe desde el comienzo. Y la joven mujer de rizos caoba también sabía que era yo quien la había inventado, quien la había soñado, quien le había dado vida en aquellas locas historias que hoy descansan junto a ésta en un viejo cuaderno, sobre la mesa de un pibe que no sabe que hacer con sus penas.
Las circunstancias marcaron el guión y tuve que partir de todas maneras. Creyendo que la había perdido, que se olvidaría de mí, que huiría con personajes atractivos de cuentos más entretenidos o quizás seduciría otros escritores que le dieran historias más lindas; tocó una tarde de abril la puerta de mi humilde casa.
Eso no lo había escrito yo, sino ella. Ella me había inventado de la misma manera. Me había soñado, me había pensado, me había creado del mismo modo; y utilizando ese mágico lápiz comenzó a escribir nuestra historia: ésta historia. Fueron las tardes de abril más lindas de mi vida, más mágicas, más llenas…
Pero tuvo que volverse, como la 2da ley de Newton lo exigía, a aquel sitio donde esperaba encontrarla cada vez que pase por allí. Y todo lo que eso implicó: yo de este lado del papel y ella de aquel. Antes de partir me dejó un disco con la cara de Dios y un beso en el bolsillo del pantalón.
Sigo pensando que las cosas nunca son fáciles ni normales. Hoy solo espero volverla a ver.

3 comentarios:

Nicolás dijo...

Que terror sería para mí que ella aparezca un día, me moriría a las 2 semanas por inanición en un cuarto de hotel de mala muerte...

pero valdría la pena.

Guillermo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Siddharta dijo...

Por un momento mientras leía pensé: "Pareciera que creemos que nos da derecho a que nos de pelota la mina sólo porque la soñamos toda nuestra vida... pero que somos para ella? ¿Acaso no es factible que la hagamos tan perfecta que nos quede demasiado pretenciosa una relacion con la misma?"

Poéticamente me gustó mucho...